Abro los ojos, cierro la ventana de la peli, abro la del contacto del messenger y... después de dos meses, es ella, mi ex (que me sigue sonando fea la palabrita pero asínn es). Saluda con un "hola" y contesto con otro igual.
Empezamos cautelosas, tanteándonos, qué tal estás, bla, bla bla... Poco a poco me voy dando cuenta de que ella está muuucho más relajada que yo. Entonces decido que si ella está de buen rollo yo no voy a ser menos y me apunto al carro de la conversación banal como voy pudiendo.
Van pasando los minutos y ahí seguimos, contándonos los hobbies a los que nos hemos dedicado este par de meses. Casualmente, las dos nos hemos enganchado a la guitarra, era algo que teníamos en mente las dos desde siempre y nunca hicimos. Ella, eléctrica, yo, clásica, le vacilo y le digo que siempre fue más bollo que yo.
Me echa en cara que me haya comprado un lavaplatos, con todo lo que ella fregó, haya puesto wifi, y me exige el regalo de reyes de mi madre de este año... todo en plan de risas.
Me pregunta si me apetece que me llame, que el messenger es un rollo. Yo le digo que si a ella no le afecta, que a mí tampoco, que ella decide. Y me llama.
La noto con una voz totalmente diferente, el tono, y la actitud, las maneras. Todo. No es consecuencia de que llevemos dos meses sin hablar, es que realmente parece otra persona. Sí, por cosas de la conversación sé que es ella, pero no lo parece. Y ella no lo niega, admite que tiene un tonito más "cómo va eso...?", más segura, más desafiante, vacilona, aunque siempre lo fue un poco.
Me cuenta de su nueva vida, sus nuevas amigas, sus nuevas aficiones, intereses y juergas, sus planes de futuro, a chueca a vivir con otras dos chicas, irreconocible, pero genial por ella. La noto contenta y no lo oculta (cosa que me parece estupenda). La verdad yo doy menos detalles, no por nada, pero cuento cosas más bien superficiales, no me apetece contarle más allá, a pesar de que me encuentro bien, pero estamos de acuerdo en que no podemos ser amigas, seremos éxes, dijo ella, así que incluso termino contándole un par de chistes malos de los míos, siempre le gustaron aunque lo negase. Me dice que cuando suba por Madrid podemos tomar un café, yo le digo que yo o cocacola o cerveza, que si ya se ha olvidado de que no me gusta el café. Ya veremos cómo suceden las cosas, que de momento así van fluyendo, ella está bien, yo estoy bien... así que así está bien.