14 dic 2009

La Cenicienta Que No Quería Comer Perdices

La cenicienta tenía tantas ganas de ir a la fiesta... ¡que al final lo consiguió! Pero se puso tan ansiosa, que a la mañana siguiente no se acordaba de nada (llegó a las 12, pero a las 12 del día siguiente).


Pero ahí estaban esos dos señores, con el zapato de cristal de tacón de palmo y punta, esperando para que se lo probara. Al principio no le cabía el pie, pero apretó y apretó hasta que "cabió", y metió la pata porque... ¡se tuvo que casar con el príncipe!

Al príncipe le encantaban las perdices, pero la cenicienta es vegetariana, no come ni carne, ni pescado, ni lleva chupa de cuero, y aun así tenía que cocinar las perdices porque eran la comida preferida del príncipe. Se las cocinaba a la plancha, al horno, rellenas, fritas... ¡Están saladas! ¡están crudas! ¡estas están quemadas!, gritaba el príncipe malhumorado porque nunca cocinaba las perdices a su gusto. ¡qué disgusto! Y lo peor: tenía que ir subida en los zapatos de cristal de tacón de palmo... ¡y de punta! ¡qué vértigo!


Al principio intentó poner la espalda recta, pero se caía hacia atrás, así que se fue inclinando y por su espalda se le fueron deslizando todas sus ideas e ilusiones. Y la planta del pie chafada completamente. ¡Eso es horrible! ¡En la planta del pie están reflejados todos nuestros órganos! ¿qué hacemos en occidente con todos nuestros órganos chafados? ¡No, si es que aquí no se preactica la ablación porque no saben ni dónde cortar!

La cenicienta cada vez se encontraba peor: enferma, deprimida, perdida. Un día decidió contarlo:
¡qué rollo de príncipe, de zapatos y de perdices!


Vecina moderna: no te quejes de los zapatos, mi príncipe es moderno y yo voy subida en una plataforma de medio metro.

Amiga autóctona: no te quejes, a mi príncipe le encantan las vacas y necesito ocho microondas para calentarle la cena.

Una reina madre: no te quejes, ¿dónde vas a estar mejor que con un príncipe?

Colega republicano con perro: ¿pero tu no eres vegetariana y te gusta andar descalza?

Así que la cenicienta se confundió más con los comentarios de la gente, dejó de contarlo y se quedó sola. Solo tenía a su príncipe "amado", la espalda tocida, los pies chafados y el corazón destrozado.

Un día, tuvo la suerte de verse a sí mima...

Y le dió por reirse de sí misma, de lo inocente que había sido pensando que un príncipe la salvaría. Después de años viviendo con uno, se dio cuenta de que los príncipes no te salvan... tampoco los camioneros, ni los discjokeys, ni los pasteleros...

Dejó de sentirse culpable, se perdonó y se dio cuenta de que la única capaz de salvarte...
eres TU MISMA.

Así que la cenicienta dijo BASTA, y apareció la hada que era una basta (he de contaros que las hadas son gorditas y peludas y morenas, que están dentro de nosotras y salen cuando dices "basta").




En cuanto la hada vio a la cenicienta, la abrazó y la estrujó, y la cenicienta en el momento en que se sintió recogida se puso a llorar. ¡Hacía tanto, tanto que no lloraba!


Primero empezó llorando por el príncipe, por tantas perdices muertas y por los zapatos. Luego siguió llorando al recordar que su madrastra la maltrataba, y que su padre la trataba peor y que sus hermanas casi se mueren por querer usar una 38 del zahara. Lo lloró todo. Lloró también dos vidas anteriores por si acaso (para no repetir karma) y se sintió mejor que nunca: ¡VACIA! (con el miedo que le daba a ella quedarse vacía). Ahora solo tenía que llenarse de cosas bonitas. Sabía que teniendo al hada basta al lado lo conseguiría.

En primer lugar dejó al príncipe (a pesar de que cuesta mucho dejarlos, es tan difícil que a veces repites dos o tres príncipes). Luego dejó los zapatos y las perdices. Y una vez sola, descubrió que quería disfrutar de su cuerpo que tan castigado había estado. Descubrió la danza libre, que no es tan libre pero que te hace sentir libre. En esta danza da igual que calces un 42, que peses 90 kilos, que midas 1,92 o que tengas 80 años.

Y así fue como encontró el camino de la transformacióna otros seres:

A la ratita presumida, que ha empezado a engordar y liga más.

La bella durmiente y blancanieves, que se están despertando (desintoxicándose del prozac).

La caperucita roja que le había salido violento el cazador, y debido a sus dioptrias emocionales no le vio la escopeta.


Pinocho que está harto de sus mentiras y sabe que necesita la verdad, y el hombre de hojalata que llorando, llorando encontró su corazón.

Una vez libres, pudieron realizar sus sueños, ayudándose entre sí. La cenicienta montó un restaurante-cabaret vegetariano llamado "Me sobra armonía", donde además de comer no paraban de bailar.


Ahora están encantadas de haberse conocido pero muy enfadadas por el papel que han tenido que representar en los cuentos durante siglos: "niñas pasivas esperando a que les pidan la mano y les quiten la vida". SE ACABÓ: han empezado un cuento nuevo: érase unas mujeres que no estaban solas y unas perdices que volaban felices.

FIN

(bueno, fin , fin... ya sabemos que los finales no existen, que todo continua...)


A cenicienta le va muy bien en el restaurante y ha contratado a un monton de colegas. Ahora abre también por la noche con el nombre: "Me falta armonía".


La ratita presumida ha conseguido llegar a una talla 42. Vive sola y feliz.

La bella durmiente y blancanieves han conseguido cambiar el prozac por otras yerbitas. Se han hecho muy, muy amigas.
Caperucita da talleres a mujeres maltratadas de "cómo superar la ceguera familiar".

El hombre de hojalata está enseñando a llorar a hombres, y ha montado un grupo que se llama "hombres que aúllan con los lobos".


Pinocho sigue buscando la verdad: ya ha probado con el Gestalt, el Diafreo, las Constelaciones familiares, las flores de Bach...

La reina madre ha abdicado y se ha ido de cocinera al restaurante vegetariano. Insiste en que el jamón bueno no es carne. Su consorte ya casi no la ve, está encantado de tener tiempo libre. El amigo republicano con perro, desde que ha salido en este cuento no para de ligar.

Y el hada sigue apareciendose cada vez que una mujer dice: BASTA.


Mi madre me regaló ayer este maravilloso cuento, que antes de ser editado fue publicado en internet para difundirlo y conseguir una editorial que lo publicase. Os dejo el enlace porque merece la pena ver todas las ilustraciones, y si lo véis en papel echadle un vistazo porque lo disfrutaréis mucho más si cabe.

9 comentarios:

Sirvi dijo...

Es genial! Me ha encantao!

Por desgracia (yo trabajé durante años en una editorial infantil) este tipo de cuentos, hasta donde yo sé, se publican en tiradas muy cortas y su público se limita a aquellos padres que buscan algo novedoso y diferente ante los miles de ejemplares que vendíamos de las típicas historias de princesitas Disney (cuanto más rosa y purpurina, mejor).

Desgraciadamente, este tipo de padres es aún bastante escaso y las grandes editoriales no se andan con tonterías...

Anónimo dijo...

Buenísimo!!me a gustado mucho,sigo tu blog desde hace mucho tiempo , con cosas asi todavia me enganchas mas , un saludo desde Tarragona.

Hei Jei dijo...

genial!

ya tengo un regalo de reyes ;)

copo dijo...

Creo que somos muchas las princesas que no queremos comer perdicessss!!!

Bonito si señora!!!

Besicos nevadisimos y bajo cero!!!

Nosu dijo...

Ya lo conocía, pero me ha encantado releerlo

gracias

María dijo...

¡Lo conocía! Me lo mandó una amiga. ¡Tu madre moooooooooola!

Nefer dijo...

Genial, yo tampoco quiero comer perdices!

Jo dijo...

Me lo regalaron para mi cumple, la Merche que está en todo.

Es sin duda el mejor cuento que leí en mucho tiempo.

Esto es una moraleja y no lo de la zorra y las uvas.

la vecina del quinto dijo...

Lo conocía también, pero me ha hecho ilusión volverlo a leer.

Mis hermanas le regalaron a mi madre "Titiritesa" y también te(os) lo recomiendo.

Muaks.