La noche de reyes ya queda lejana, pero he de contaros que para mí es uno de los días más especiales del año, y debido a las circunstancias esta vez no hemos podido celebrarla como siempre. Aun así, la tarde del día 5 pacté con mi madre irnos cada una por su cuenta y comprar a la otra un regalo para abrir la mañana del 6. Madrugamos para ver a mi padre, después nos pegamos un desayuno de zumo natural, café y cola-cao, y mollete antequerano con tomate, y luego subimos al apartamento a darnos los regalos y pasar la mañana en pijama leyendo tan panchas. Fue diferente, pero cuando la situación es la que es, aprendes a valorar esas pequeñas cosas y disfrutarlas a tope.
Eché de menos a La ÑiÑa, porque además su cumple es por estas fechas y es aún más especial todo. De todas formas nos hemos adaptado a lo que había, y cuando nos reencontramos el día 7 nos dimos nuestros regalos de reyes y no pude menos que reirme muchísimo y flipar con lo claritos que tenía mis regalos para este año...
Un maravilloso patinete de ruedas enooormes...
(Lo sé, soy una friki, pero me hizo fe-liz! :-)
Pero el mejor regalo es que mi padre mejora muy despacito, ya le tenemos por lo menos cerca de casa, y aunque impacta verle tan débil, seguimos empujando.
Aunque yo sigo acojonada, poco a poco vamos recuperando la semi-normalidad y creo que podré atender, éste, mi blog, con la frecuencia y el cariño que se merece!