Y encima ya es domingo, ya he vuelto del gran fin de semana rural y ella ya no está conmigo; pero he conseguido arrancarle una última sonrisa antes de que se fuera con uno de mis chistes malos. Se ha reído de esa forma que me gusta, con la boca y con los ojos, y luego seguidamente siempre mueve la cabeza a un lado y a otro intentando que me crea que mis chistes no le hacen gracia, que se ríe por… por, no sabemos qué. Pero a mi favor diré que el primer chiste que le conté fue uno sobre la Duquesa de Alba estando en la cama, y se rió, así que a partir de ahí sé que mis chistes malos funcionan con ella.
La casa rural daba un poco de miedito y hacía mucho frío. Podría quejarme de la caca de colchón que nos ha tocado pero en el fondo lo pienso y aunque el efecto croqueta destroza mi espalda, éste me ha tenido las dos noches pegada a ella por todos los poros de la piel. ¿Qué cuál es el efecto croqueta? Pues muy fácil: si tienes un colchón de mierda hundido justo por el centro, hace que las dos personas que duermen en él rueden como croquetas desde los extremos de la cama hasta chocar justo en el medio, y por mucho que lo intenten solo pueden dormir pegadas en ese hueco hundido. Nota importante: el efecto croqueta solo es recomendable dos noches seguidas, si no después necesitarás un fisioterapeuta urgentemente.
En fin, hoy no hay cena que aun estoy digiriendo las múltiples comidas del fin de semana. Horrror! En dos días: migas, caldereta y paella. ¡No puedo más!